Por Jhon Martínez
La juventud dominicana se encuentra en una encrucijada histórica. Somos la generación que hereda un país lleno de riquezas naturales, cultura vibrante y potencial humano, pero también cargado de desigualdades, exclusión social, desempleo, discriminación y una política que muchas veces se desconecta de las verdaderas necesidades del pueblo. Ante este panorama, la juventud no puede permanecer de brazos cruzados.
Mover a la juventud no es solo una consigna: es una tarea estratégica y vital. Significa encender en cada joven la conciencia de que sus derechos no se mendigan, se conquistan. Significa organizarse en los barrios, en las universidades, en las comunidades rurales, en las redes sociales y en todos los espacios de encuentro para defender lo que nos pertenece: educación de calidad, empleos dignos, igualdad de oportunidades, espacios culturales, deportivos y científicos que nos permitan desplegar nuestros talentos.
La juventud dominicana enfrenta múltiples problemáticas:
· Educación limitada y desigual, donde muchos no encuentran cupo ni condiciones adecuadas para aprender.
· Desempleo y subempleo, que empujan a miles a la informalidad o a emigrar buscando un futuro mejor.
· Falta de políticas públicas juveniles, donde las voces de los jóvenes son relegadas.
· Discriminación y exclusión social, que golpean a jóvenes de sectores populares, mujeres, personas con discapacidad y comunidades marginadas.
· Creciente influencia del fascismo y la intolerancia, que buscan dividir al pueblo con odio, racismo y violencia simbólica o directa.
Frente a estos retos, nuestra respuesta debe ser clara: unidad, movilización y lucha organizada. El fascismo y la discriminación se derrotan con participación democrática, con estrategias de vinculación, con solidaridad, con la convicción de que todos los seres humanos somos iguales en dignidad y derechos. Ningún joven debe sentirse menos por su origen, su color de piel, su barrio, sus ideas o sus sueños.
La juventud no solo es el futuro: es el presente activo que puede cambiar la historia. Cuando la juventud se mueve, se transforma la cultura, se renuevan las ideas y se cimientan las bases de un mejor país. Tenemos la fuerza, la creatividad y la energía para construir un modelo de nación justo, equitativo y democrático.
Hoy el llamado es claro: movilizarnos en la defensa de nuestros derechos y en la construcción de un mejor país. No podemos permitir que el silencio, la indiferencia o el miedo nos paralicen. Es hora de levantar nuestras voces en las aulas, en las calles, en los centros de trabajo, en los espacios digitales y en cada rincón donde exista un joven con ansias de justicia.
Porque mover a la juventud no es mover un grupo, es mover a toda una nación hacia la esperanza. Y en esa tarea, cada paso cuenta, cada acción suma y cada joven tiene un papel protagónico.
¡Movernos es resistir, es soñar, es luchar! La juventud dominicana está llamada a escribir con coraje la página más digna de nuestro país.