Por Oscarina Martínez
En los últimos meses, la República Dominicana vive una etapa marcada por el desorden, la improvisación y el abandono institucional. El gobierno del Partido Revolucionario Moderno (PRM) ha demostrado que la propaganda no puede sustituir la gestión, y que los titulares no pueden ocultar la precariedad que golpea a las mayorías populares.
Un apagón nacional dejó al descubierto lo que muchos ya sabían: la infraestructura eléctrica está colapsoda. No se trata de un hecho aislado ni de un accidente técnico, sino del resultado de años de políticas neoliberales que privatizaron lo público, desmantelaron lo estatal y entregaron los servicios esenciales a manos de intereses privados que priorizan las ganancias sobre la estabilidad del país.
Mientras tanto, el Sistema Nacional de Salud se hunde. Los hospitales carecen de insumos, los médicos trabajan en condiciones deplorables, y SENASA, que debería garantizar atención a las familias trabajadoras, se ha convertido en un laberinto burocrático y excluyente. Las y los dominicanos pobres, que confiaron en las promesas de un “cambio”, hoy se enfrentan a una realidad aún más dura: el derecho a la salud es un privilegio para pocos.
La canasta familiar, cada vez más cara, refleja el impacto directo de las políticas económicas del PRM. Los salarios permanecen congelados mientras el precio de los alimentos, los combustibles y los servicios básicos se disparan. Las familias trabajadoras sobreviven entre deudas, sacrificios y desesperanza, mientras el gobierno celebra cifras que no representan la vida real del pueblo.
El PRM es un desorden, no solo administrativo, sino moral. Su gestión está marcada por la soberbia, la improvisación y la desconexión con la realidad popular. Pero la respuesta no puede ser volver a los mismos que ya gobernaron y fracasaron. No se trata de cambiar de color político, sino de cambiar de modelo: construir una alternativa que piense en el pueblo, en la clase trabajadora, en la soberanía nacional y en la dignidad de los sectores populares.
El país no necesita más de lo mismo, necesita una fuerza política que gobierne con el pueblo y para el pueblo, que priorice la vida, el trabajo, la justicia social y la igualdad. Es hora de levantar una alternativa real, comprometida con la transformación profunda del sistema, no con el reparto de sus migajas